jueves, 26 de noviembre de 2015

Licencias Literarias

25 años es una buena edad para empezar o retomar la escritura.

¿Cuáles son mis motivos para afirmar esto? pues que ya has visto todo eso que pasa en la vida durante un cuarto de siglo, por lo tanto, creo que automáticamente te ganas una licencia básica para hacer "literatura", o más bien, "pseudo-literatura".

Claramente no es algo de lo que debamos estar orgullosos, pues estamos hablando de una licencia básica, que nos permite crear historias, relatos o ensayos de los que probablemente nos arrepentiremos cuando llegue el momento de sacar la siguiente licencia, la de los 30 años, que nos permitirá hacer literatura básica, pero literatura en definitiva. Y así hasta que lleguemos a los 60, que es cuando obtendremos la licencia mayor, la de literatura senior, que nos permitirá contar cualquier historia, relato o ensayo, real o ficticio, de una manera pulcra y coherente, reafirmando nuestro estilo y consolidándonos ante nosotros mismos como escritores respetables. El beneficio exclusivo de esta licencia, que es lo que la hace tan deseable, es que nos autoriza a criticar constructiva o destructivamente los trabajos de quienes aún tienen sus licencias de 25, 30 y 40 años. No se incluye la de los 50 años porque dependiendo del desarrollo del escritor, las diferencias entre unos/as y otros/as pueden resultar ser mínimas...

Así es como veo el desarrollo de quien pretende ejercer el acto de escribir, ya sea como profesión, como pasatiempo o como concursante.

Finalmente solo me queda agregar que nadie debe sentirse prodigio, porque el desarrollo de esta habilidad solo deja de avanzar en el momento en que fallan nuestras capacidades cognitivas, por lo tanto, un escrito de hoy, puede terminar siendo la vergüenza de mañana.



El Papá de Fernanda


Algo se jugaba Chile ese día, algo importante, porque después vi que a todos les incomodaba hablar del tema. Parecía como si  nunca en la vida hubiesen visto perder a Chile. Estaban perplejos y andaban cada uno por su lado.
Yo me vine a enterar una vez que terminó todo. Ya había salido y caminaba tranquilo hacia la casa de la Fer. Pero cuando me junté con ella lo primero que hizo fue hablar de la derrota.


Yo no sabía qué decir, en mi casa nadie habló del tema, tampoco en las casas que vi en el camino, para todos la derrota era tabú, algo que no debía ser nombrado bajo ninguna circunstancia, pero viene la Fer y lo primero que me dice es que fue horrible, tétrico, que cómo era posible que nadie me lo haya mencionado hasta ese momento. Yo le respondí que esas cosas ya han pasado antes, que es algo normal, sin saber de lo que hablaba. Además agregué que ella tampoco podía saber tanto, porque ella, al igual que yo, no vio lo que pasó. Indignada me contó lo que su papá le dijo antes de salir: “Fueron 1193 los asesinados, y 2920 los que hicieron desaparecer”.

Nota: Escrito para concurso literario en universidad central. No fui considerado.